¿Qué nos queda cuando para de llover?


Es loco como las ciudades y los lugares nos afectan grandemente. Y las personas ni hablar. Me estaba obligando a escribir en inglés pero si quiero que esta historia tenga el efecto que quiero y comunique el sentimiento correcto tendré que dar mi brazo a torcer. Algún día traduciré lo escrito en español. ¿Algún voluntario? Bueno, cuando me mudé a Nueva York mi vida dió un giro de 180 grados. No solo la distancia que creas con tus viejos amigos y familia, sino que entra gente nueva a tu vida, entre otros cambios que tienes que poco a poco ir re-ajustando si quieres lograr el éxito por el cuál en primera intención te mudaste. Recuerdo extrañar a mis padres y el hecho de que ya no los tendría para ayudarme con mi niño, ese puede ser, en efecto, un factor determinante en el éxito de una relación. Tener colaboración con los niños. Recuerdo también la comodidad de un vehículo de motor que me llevaba a todos lados cuándo y dónde YO quisiera sin tener que montarme en un tren con veinte mil "tereques" y un grupo de extraños que me miraban con incomodidad a la menor provocación de un llanto por parte mi hijo. Situación que me ponía muy incómoda. Momentos como este me preguntaba: "¿Alguna vez ellos fueron niños?" Sin ninguna respuesta, claro. Pero había sus excepciones, como todo en la vida, El barrio Griego. Que de gente humilde y llena de cultura, que mucho aprendí con ellos. Aún recuerdo a uno de mis jefes en uno de los Restaurantes que trabajé, porque como toda actríz, fuí mesera. Y probablemente lo vuelva a ser si me decido volver. Con él me dí cuenta de lo suceptible que me había puesto al mudarme a esa ciudad, donde todo me hacía llorar. Ahora escribiendo esto me doy cuenta que era un proceso que tenía que pasar, un proceso de adaptación. Y que tenía que tener paciencia conmigo y que tenían que tener paciencia conmigo. También recuerdo a mi casera quien me confesaba orar por mi familia porque le parecía hermosa, como la extraño! Imagino se preguntan ¿qué tiene que ver la lluvia con todo esto? Bueno ¿alguna vez han escuchado el famoso refrán ese que dice que "después de la tormenta viene la calma"? Pues ando en esas de esperar esa calma. Verán en mi país natal, Puerto Rico, llueve mucho. Yo estaba acostumbrada a que llovía y mi vida seguía, en ambos aspectos tanto el agua que caía sobre mí, que para nada me molestaba, como aquella lluvia que a veces nos arropa el corazón. Pero cuando paraba de llover hacia un Sol que quemaba y no dejaba rastro de aquella lluvia feroz. Incluso la carretera secaba rápido y no quedaba ni olor de aquella lluvia, la vida continuaba igual o mejor. Cuando llegué a Nueva York y llovía no sabía que hacer, de pronto todos mis planes se venían abajo. No salía a la calle con el temor de que todo se me fuera a mojar. No tenía carro y como sabrán el método de transporte público es el tren. Yo la verdad, debí o tenía que comprarme una de esas botas de goma que tanto mi pareja odiaba, pero que ahora me arrepiento de no haberlas comprado pues pude haberme evitado todos esos mahones "enchumbao's" hasta las rodillas que luego tenía que dejar colgados en algún lugar del apartamento para que se pudieran secar y luego hecharlos al "hamper". No, no se podían volver a usar a menos que los lavaras porque habían recogido todo el sucio de la ciudad que es casi nada o mejor dicho todo. Y el laundry no es algo tan accesible, mucho menos cuando llueve o nieva. Y eso sin contar cuando salía con mi hijo a hacer alguna diligencia. El cuento no acabaría y sería otro Blog. Lo curioso de la lluvia de Nueva York era el olor peculiar que se producía por toda la ciudad al parar de llover. No recuerdo eso en Puerto Rico, talvez era que el Sol secaba todo tan rápido que no daba oportunidad a apreciar aquel olor. Todo lo contrario después de una gran lluvia comenzabas a sudar inmediatamente. En cambio en NY los edificios no permiten que el Sol entre tanto, por ende todo la calle tarda más en secar. Es ahí cuando se produce ese olor y aunque suene loco es un olor seco, huele a seco. Por razones personales he tenido que volver a la isla del encanto por un tiempo indefinido. Y para mi suerte no ha parado de llover aquí, no me detiene la lluvia, pero ha pasado algo que definitivamente no me esparaba. Cuando para de llover el olor que produce la Tierra acá en Puerto Rico me produce alergia. Nunca había padecido de una alergia tan grande, llevo días con ella. Recuerdo cuando me mudé a NY, el polen en Primavera me dió alergia, luego me acostumbré y no importaba cuanta lluvia cayera sobre mi no había alergias. El hombre es un animal de costumbre, pues de alguna forma extraña me acostumbré a ese olor y ahora el propio olor de mi Tierra cuando llueve me afecta el sistema. Algo de mí quiere volver, algo de mí extraña ese olor seco. El otro día salí a comer con un viejo amigo y nos dimos una copa de Merlot. No suelo tomar pero un vino tinto es un clásico y más si se trata de un Merlot. Es mi favorito entre los tintos. Para mi sorpresa cuando dí el primer sorbo de aquel Merlot me llevó inmediatamente a recordar ese curioso olor después de una lluvia en aquel barrio Griego donde vivía en NY. Y recordé también mi último sorbo de el mejor Merlot que he probado. No digo copa pues no fué bebido de una copa. $5 costó aquel rico Merlot. Y entonces me pregunté si todo es una cuestión de mi mente añorando un momento o un lugar. Aún no lo sé, todavía ando descubriendo. Y aunque aquel jefe Griego fuera extremadamente fuerte y exigente, crecí como mesera. Su admiración por mi profesión era evidente, al punto de irme a ver en mi estreno como actríz en NY. Aunque las lluvias detuvieran mis días, me regalaron un peculiar olor que aún recuerdo. Aunque hubo un momento donde sentí que el vino tinto extinguiá mi lugar, y su sabor y su olor me producían demasiada nostalgia, que no es otra cosa que añorar algo que no tenemos al momento, pero que fué real y bueno en un momento; a la misma vez ese mismo vino me da esperanza. No sé como de pronto he conectado a Grecia, con un olor a lluvia y un Merlot. Pero de algo estoy segura y es que aquí estoy esperando que escampe, con un Merlot en la mano, lista para la próxima conquista... Y aún sin saber que me va a quedar cuando pare de llover. Tal vez demasiadas cosas. Tal vez solo un Olor...